El saber es poder

La fuerza de la razón, guerra, estado y ciencia en el Renacimiento
Hay un programa de historia y filosofía que últimamente sigo, es “La Linterna de Diógenes” que se emite en las ondas libres de Irola Irratia. Es un programa de tendencia libertaria que trata los aspectos de la historia y la filosofía desde un punto de vista distinto al dominante que a veces podría denominarse como perspectiva contra-histórica o anti-histórica. En líneas generales se trata de un programa excelente dirigido por el profesor Arkadio, aunque sorprende que los invitados sean siempre catedráticos y académicos, dada la clara vinculación que la Universidad tiene con el Estado, como centros de construcción ideológica. Se echa en falta de vez en cuando algún invitado que sea un investigador autodidacta sin credenciales académicas para equilibrar la balanza, aunque sea sólo para cuestionarlos si se ha perdido la confianza en la rigurosidad de lo  popular frente a la magnificencia del saber dirigido por el Estado (que es lo que parece dar a entender este programa cuando se infravalora a gente como Félix Rodrigo Mora). De hecho el buen programa que escuchaba hoy está relacionado con esto que apunto: “el saber es poder” del filósofo Francis Bacon que llegó a ser canciller de Inglaterra. El saber es poder, o el poder es saber, es por ello que según parece hay que beber de la sabiduría de la fuente estatal porque la sabiduría popular no es digna de confianza ni para los movimientos anti-estatistas.

El invitado era Antonio Campillo Meseguer, catedrático de filosofía de la Universidad de Murcia, autor de obras como “Adiós al progreso. Una meditación sobre la historia” o “La fuerza de la razón. Guerra, Estado y ciencia en el Renacimiento”, obra que ha servido para tratar el tema del programa, la estrecha vinculación entre la  ciencia y la guerra.

Campillo observa en el programa que las transformaciones militares ocurridas a partir del siglo XVI son fruto del desarrollo de la ciencia, que llevaron a la guerra moderna y a la construcción de los Estados modernos, máquinas colosales que trascendieron los débiles Estados de la Edad Media, cuyo poder estaba fragmentado en señoríos jurisdiccionales y territoriales. Entre las transformaciones que llevaron a la revolución militar cita cuatro importantes:

  • El paso de la caballería a la infantería. Sustitución de las caballerías medievales por las fuerzas urbanas reclutadas por los estados nacientes.
  • El desarrollo de la artillería. Las armas de fuego. La primera industria del capitalismo fue la industria minero-metalurgica vinculada a la fabricación de armas, a los arsenales. De hecho en el libro “El comú català” trato este tema y pongo como ejemplo la Real Fundición de Sant Sebastià de la Muga, destinada a la producción de munición y que desforestó una parte de l’Alt  Empordà.
  • El cambio del castillo en lo alto de un cerro a la fortificación moderna que se inicia con las guerras de Italia.
  • La navegación de altura, la gran expansión oceánica.

Estas nuevas fuerzas son financiadas por los grandes Estados a través de los tributos y de los préstamos concedidos por la primera gran banca europea. El primer cliente de la banca fueron y son los Estados y los mayores gastos del Estado fueron y son los relacionados con lo militar. Se construye un aparato burocrático centralizado con órganos administrativos y fiscales, así como una economía capitalista y dineraria para financiar, reclutar, organizar, abastecer y desplazar a los nuevos grandes ejércitos permanentes, por lo que se puede decir que existe una clara relación entre la revolución militar y la construcción de los grandes Estados. En la actualidad los gastos militares constituyen la base para el control geopolítico de los Estados con el que dominan recursos tanto humanos como naturales, así como  la producción de mercancías bélicas para el Capital.

Maquiavelo fue uno de los primeros filósofos políticos en percatarse de la importancia del desarrollo militar para gobernar, no en vano fue testigo de las guerras de Italia y se preguntó como Italia había podido ser invadida por España y Francia. La respuesta la encontró en las armas y en las leyes:

“Los principales fundamentos de que son capaces todos los Estados, ya nuevos, ya antiguos, ya mixtos, son las buenas leyes y armas; y porque las leyes no pueden ser malas en donde son buenas las armas, hablaré de las armas echando a un lado las leyes” (Maquiavelo, El príncipe)

Se dio cuenta que el gran error de Italia era reclutar mercenarios como habían hecho todos los Estados durante la Edad Media. Para competir con los grandes Estados era necesario reclutar y adiestrar un ejército propio formado por ciudadanos arraigados al territorio:

“Si un príncipe apoya su Estado con tropas mercenarias, no estará firme ni seguro nunca, porque ellas carecen de unión, son ambiciosas, indisciplinadas, infieles, fanfarronas en presencia de los amigos, y cobardes contra los enemigos, y que no temen temor de Dios, ni buena fe con los hombres. Si uno, con semejantes tropas, no queda vencido, es únicamente cuando no hay todavía ataque. En tiempo de paz te pillan ellas; y en el de guerra dejan que te despojen los enemigos.

La causa de esto es que ellas no tienen más amor, ni motivo que te las apegue que el de su sueldecillo; y este sueldecillo no puede hacer que estén resueltas a morir por ti. Tienen ellas a bien ser soldados tuyos, mientras que no hacen la guerra; pero si ésta sobreviene huyen ellas y quieren retirarse.” (Maquiavelo, El príncipe)

 Por otra parte, Maquiavelo distingue entre la moral privada y el arte de gobernar o la razón de Estado, que en términos niezstcheanos sería un estar por encima del bien y del mal. Ve que el gobernante no puede estar sometido a ninguna moral como venía ocurriendo durante la Edad Media y que el Estado debe tener una dinámica y una lógica propia: hay que procurar ser bueno siempre que se pueda y ser malo cuando haya que serlo con tal de permanecer en el poder. Se inicia la secularización de la sociedad.

Como hemos subrayado anteriormente, otro aspecto que estaba vinculado al crecimiento del Estado es el desarrollo de la ciencia. En el nuevo paradigma basado en una razón instrumental carente de moral el conocimiento científico es convertido en razón de Estado, en algo estratégico, y se va desarrollando a medida que los Estados se imitan entre ellos cuando descubren que las innovaciones en lo científico les proporcionan poder militar.

La novedad de la ciencia de Galileo respecto a la ciencia aristotélica será la realización de experimentos y la matematización de la naturaleza, de ahí viene su frase: “el libro de la naturaleza está escrito con caracteres matemáticos”. Como dice Campillo,  el vínculo entre la revolución militar y la revolución científica no ha recibido tanta atención, pero la tiene y mucha. Las primeras escuelas y academias renacentistas se crearon para la guerra, mientras las universidades seguían con la dinámica medieval enseñando los saberes cultos o artes liberales (trívium y quadrivium). Un ejemplo fue la Real Academia de Matemáticas, creada en el siglo XVI por orden de Felipe II, dedicada a las enseñanzas de fortificación y artillería. Las nuevas prácticas militares van a poner en marcha una serie de actividades que requieren de los cálculos matemáticos, empezando por los artilleros y los ingenieros que construyen  las fortificaciones.  

Muchos técnicos escribirán tratados militares que eran secreto de Estado, por ejemplo Galileo escribió tratados de fortificación militar, así como de balística (su famosa parábola) y resistencia de los materiales  para proteger las fortificaciones. Él mismo decía: “yo he aprendido mucho yendo al arsenal de Venecia”.

Si Platón imaginó una república gobernada por filósofos, Francis Bacon en su obra “La nueva  Atlantida” imaginará un mundo utópico gobernado por una nueva oligarquía de científicos. Para este filósofo la imprenta, la brújula y la pólvora son tres novedades técnicas que revelan la superioridad de los modernos sobre los antiguos y que inician un nuevo camino donde lo verdadero es lo que produce frutos, lo que es útil para sostener el poder. Con ello, el ejército alcanzará unas proporciones gigantescas que movilizará toda la población y la industria.

En el siglo XX, tras las dos grandes guerras, se dice que la ciencia se ha degradado por colaborar con la guerra, pero como vemos, desde sus orígenes, el conocimiento científico siempre ha estado vinculado a lo militar. Como argumenta el profesor Campillo en su libro, existe una clara convergencia entre la ciencia y el arte de matar.

El entrevistado acabó su intervención en el programa diciendo que de todas formas no hay que renegar de avances como el derecho y la democracia y el entrevistador no lo cuestionó. Llamar democracia al sistema parlamentarista no se atrevieron a hacerlo ni en las primeras constituciones. Creía que la exigencia de rigurosidad era una pretensión sin distingos.

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