Hay un aspecto de la relación humana que conviene aclarar, porque muchas personas, cuando se les habla de la dimensión espiritual, de la actitud receptiva, de la comprensión ante los demás, etc., tienden a asociar esas actitudes a una disposición meramente pasiva o de tolerancia, y esto puede dar lugar a unos malentendidos que no deben existir.
Cuando decimos que ante los demás hemos de tener una actitud receptiva, intentando «entender» lo que el otro está diciendo, tratando de intuir lo que siente y de percibir lo que le hace funcionar por detrás de sus mecanismos -su dimensión profunda- no queremos decir que hemos de encontrarlo todo maravilloso, magnífico, que hemos de decir siempre amén a todo lo que la otra persona nos plantee, sino que hemos de tener una visión realmente grande, amplia, de lo espiritual.
Lo espiritual no está hecho sólo de esta bondad dulzona, pasiva, sentimental (o sentimentaloide); lo espiritual incluye lo más recio, lo más profundo de la existencia. Lo espiritual es la raíz de toda la fuerza que existe en la naturaleza, de toda la capacidad combativa que podemos ver en el reino animal, por ejemplo; de toda la fuerza cósmica, de la que tenemos pequeños atisbos cuando un cataclismo de la naturaleza nos asusta por sus terribles efectos. No asociemos lo espiritual sólo al aspecto blando, pasivo, de una mentalidad sensiblera; lo espiritual es la potencia más extraordinaria que existe. Y esta potencia se expresa en todos los niveles: desde el nivel material, pasando por lo biológico, hasta el nivel más intelectual y más espiritual.
Así, cuando se habla de la actitud espiritual, las personas interpretan que han de manifestar dulzura, compasión, perdón, olvido, etc., porque contraponen esta actitud pasiva a la actitud de lucha, de enfrentamiento, de exigencia o imposición, a la actitud de luchar para imponer unas ideas o lograr unos objetivos, al aspecto lucha en todas sus manifestaciones.
La lucha es algo esencial en la existencia y es algo esencialmente positivo. Lo que puede ser negativo son las motivaciones de la lucha. Cuando estoy luchando para afirmarme yo en contra de los demás, o por oposición a los demás, esta lucha es negativa; es la lucha que trata de ensalzarme a mí disminuyendo a los otros. En cambio, existe una lucha que es enteramente positiva; es la movilización de toda la potencia al servicio de una idea clara y expresada a través de una conciencia creativa de unidad.
Las personas entienden la actitud de lucha de forma egocentrada, y por eso es por lo que al hablarles de comprensión asocian automáticamente la actitud pasiva a lo que llamamos espiritual. Pero lo espiritual es la base de lo que funciona en el nivel natural; es, de hecho, las cualidades de lo natural sin las deficiencias del nivel psicológico habitual, marcado por los hábitos egocentrados.
Completamente de acuerdo, salvo en eso de imponer ideas, creo que las ideas hay que difundirlas, compartirlas, debatirlas pero que cada quien deberia ser libre (tener la suficiente informacion y libertad para aceptarlas o no)