El mito de la tecnología que emancipa

Derrumbamiento del edificio Rana Plaza en Bangladesh
Derrumbamiento del edificio Rana Plaza en Bangladesh
Cada vez está más claro el mito del carácter emancipatorio de la tecnología y la industrialización como la izquierda pro-capitalista hizo creer a los asalariados, era el narcótico espiritual necesario para integrarlos en el sistema. Los hechos demuestran que el capitalismo – sea capitalismo de libre mercado o de Estado – basa la obtención del máximo beneficio en la explotación de la fuerza de trabajo y que un cambio en la estrategia y en las condiciones materiales y tecnológicas implica la necesidad de nuevas capacitaciones en los trabajadores, pero no su eliminación, destruyen puestos de trabajo pero los crean en otros lugares. Las revoluciones industriales acabaron con unas profesiones y crearon otras. Con la globalización muchas corporaciones trasladaron sus fábricas a países del tercer mundo, precisamente por los salarios más bajos y las precarias condiciones laborales. Ahora los países emergentes con peor tecnología que los países más desarrollados están imponiéndose en el mercado internacional, precisamente por la explotación salvaje que infligen a su fuerza de trabajo. Este es uno de los mitos que por ejemplo ha desmontado Félix Rodrigo Mora en su libro «Seis Estudios”, pero hay más autores que ponen en duda la productividad de la tecnología, hay que tener en cuenta sus costes ocultos que nunca se mencionan. La tecnología sirve sobre todo para el ámbito militar y para el control de las personas, también para someter a los trabajadores de forma mecánica a las directrices de la organización y a sus procesos de negocio, sin darle opción al desarrollo de sus capacidades espirituales. El software de las fábricas y de las oficinas es la manifestación del pensamiento de la dirección de una empresa. Seguir leyendo El mito de la tecnología que emancipa

Nada en el mundo vive mucho tiempo sin raíces

Hay una frase de Krishnamurti que corre por las redes que dice:

«Cuando te llamas a ti mismo indio o cristiano o musulmán o europeo o cualquier otra cosa estás siendo violento. ¿Ves por qué es violento?
Porque estás separándote a ti mismo del resto de la humanidad.
Cuando te separas a ti mismo por causa de creencias, nacionalidad, religión, tradición… alimentas la violencia.
Así que alguien que esté en el camino de entender la violencia no pertenece a ninguna religión, partido político o sistema parcial.
Alguien así se preocupa seriamente por la compresión total de la humanidad.»

Entiendo que la parcialidad y el dogmatismo alimentan la división y la violencia, pero no estoy de acuerdo completamente con esta cita que se le atribuye a Krishnamurti, es el reconocimiento del otro diferente el fundamento de la igualdad, no se trata de aniquilar la diversidad de las culturas, tradiciones, etc. Precisamente lo común de los últimos siglos ha sido el desarraigo sistemático y/o los medios de adoctrinamiento para que el asimilado sienta auténtica vergüenza de su pasada condición, del mundo del que ha sido arrancado, esa si que es la verdadera violencia. Un sistema que busca un mundo de pensamiento único y que odia la diversidad, una comunidad homogénea de seres aculturados, similar al «mundo feliz» de Aldous Huxley. Para Simone Weil el lema se presenta con claridad: quien se encuentra arraigado no desarraiga, pero quien no lo está tiende a hacerlo. Seguir leyendo Nada en el mundo vive mucho tiempo sin raíces