Cuando se abandona lo aprendido, desaparecen las contrariedades.
¿Qué diferencia hay entre «¡eh!» y «¡oh!»?
¿Qué distinción puede hacerse entre «bueno» y «malo»?
¿He de temer lo que los demás temen?
¡Vaya tremendo sinsentido!
Todo el mundo está alegre y sonriente, como si festejaran el sacrificio de un buey, como si subieran al Pabellón de Primavera; tan sólo yo permanezco tranquilo e impasible, como un recién nacido que todavía no ha sonreído.
Sólo yo estoy desamparado, como quien no tiene hogar al que volver.
Todo el mundo vive en la abundancia: Sólo yo parezco no poseer nada.
¡Qué loco soy!
¡Qué mente más confusa tengo!
Todos son brillantes, ¡tan brillantes!
Sólo yo estoy oscuro, ¡tan oscuro!
Todos son agudos, ¡tan agudos!
Sólo yo estoy callado, ¡tan callado!
Suave como el océano, sin propósitos como las ráfagas del vendaval.
Todo el mundo está encauzado en lo suyo, sólo yo permanezco obstinado y marginal.
Pero en lo que soy más diferente a los demás ¡es en saber sustentarme de mi Madre!
(«Tao Te King» – Lao Tse)
Esta vez, David, has reproducido uno de mis textos favoritos. Casi parece contradecir la idea común que tenemos de lo que es un sabio.
Pero traduce una sensación que alguna vez nos invade (y a algunos nos acompaña con no poca frecuencia), despertándonos de conductas y actitudes mecánicas. Aunque incluye la sensación de soledad y al tiempo nos afirma (ante nosotros mismos) como distintos y libres, aunque algo desadaptados o desacoplados del resto: solos y, sin embargo, más propiamente nuestros y capaces de volar y encontrarnos más a fondo con otros que incluyan estas sensaciones aparentemente anti-sabias en su particular despertar.
Un añadido que sobra (perdona, David):
Nuestro yo se puebla de mundos compartibles. Se abre a todas las ideas y emociones. Se torna capaz de comprenderlas. En cierto modo, somos todas las personas y nuestras preferencias se desdibujan. Aun las ideas opuestas caben y las propias dejan percibidas como tales (o sentidas como apropiables).
Nuestras reacciones se vuelven más ingrávidas, dejan de precisar jusficación racional o fundamento moral. Nos hacemos menos previsibles, de modo que dejamos de obedecer cualquier modelo cerrado (ningún código moral o legal podría encerrarnos).
Y, sin embargo, tanta libertad y duda no nos envuelven ni segregan. Junto a todo ello, nos tornamos, también, más sensibles y ponderados: más profundamente éticos y morales.
LaoTsé disfruta una libertad gratificante que le otorga esa libertad poética y esa fortaleza feliz y desasida. Su camino sin meta obligada lo torna perceptor de la música del mundo. No se dedica a moverse entre supuestos y mecanicismos aprendidos ni ritualizados. Ni se dedica a otra cosa que a vivir, sin exigirse más. Dejándose «ser y estar» a su propio aire y ritmo, sin imponerse esfuerzo ni conciencia de metas mayores ni expresiones de alto nivel. Demostrándonos una fortaleza sosegada que no requiere el espaldarazo de otros. Una actitud que, desde fuera, aparece como apartada del mundo, enajenada; pero que incluye una comprensión que va más allá de la usual. Su sensibilidad, su compasión que lo inserta aun en mayor medida que a ese otro que camina seguro de moverse con solidez y conocimiento.
Ahora, dime amigo David: ¿cuál es tu camino?
Manue
Hola Manue, este Lao Tse era un crack, sabía que te gustaría.
¿Cuál es mi camino?: Te lo voy a contar ahora que estamos solos… ;-)Experimentar y disfrutar de lo que la vida me va prestando. Como más o menos dijo aquel: Yo soy mi Camino, mi Verdad y mi Vida. No hago acto de la Potencia sino por mí, en un Yo que atraviesa las fronteras ordinarias y abarca hasta el infinito, entonces el yo concreto se diluye y descubro que mi Camino no es mío, mi Verdad no es mía y mi Vida no es mía, yo no soy nada. Vacuo de Vida propia, sólo puedo agradecer que se me haya otorgado el privilegio y la oportunidad de no-ver, no-sentir y no-hacer. Cuando el personaje se despista, no hay mérito ni propósito. El ver se convierte en el no-ver, el sentir se transforma en el no-sentir, el hacer se convierte en el no-hacer.
El conocimiento no es mi fin, sólo un medio para experimentar el no-ver, el sentimiento no es mi fin, sólo un medio para experimentar el no-sentir, el acto no es mi fin, sólo un medio para experimentar el no-hacer.
Un abrazo y hasta la próxima,
David
Hola, soy aprendiz y novato en el asunto este de existir. Pero si de algo sirve, les comparto lo que se me vino a la mente hace poco a la vuelta de una salida con amigos, que me hizo recordar a ese texto de Lao Tse.
«Todo a mi alrededor es abundancia y yo vacío, nutriéndome».
«Todos están llenos (todos me pueden enseñar algo) y yo vacío (aprendo)».
Y comparto esa sensación que aveces aparece, como de soledad o temor que dice Manue. Pero también comparto lo que decís David, sobre como se transforma el Yo, los medios y los fines, aunque no recuerdo haberlo vivido..
Gracias Santiago por compartir tus pensamientos y los nuestros. Me han encantado esas dos frases. Somos vacuidad de existencia inherente, nada de este mundo existe por derecho propio, estamos conectados en todos los sentidos.