Quo maius cogitari nequit

Estoy de vuelta con la filosofía, después de los epicúreos, cínicos y estoicos este estudio del saber empezó a mezclarse con conceptos de la religión, así cerca de la decadencia del Imperio Romano apareció el neoplatonismo, del cual el cristianismo tomó conceptos. Los comienzos del cristianismo fueron de un rechazo feroz de la filosofía, los apologistas del cristianismo como Tertuliano identificaban filosofía con herejía y propugnaban la fe del carbonero en detrimento del desarrollo del intelecto. Pero la filosofía se resistía a desaparecer y muchos obispos utilizaban conceptos neoplatónicos y estoicos para explicar las escrituras, de tal forma que poco a poco se elabora una nueva filosofía, mezclada con ideas de religiones como el cristianismo y el maniqueísmo, que se denominó patrística o la filosofía de los Padres de la Iglesia cuya figura más representativa fue San Agustín de Hipona (354-430), a él le debemos entre otras cosas la idea de la linealidad del tiempo, con un principio y un final, hasta ese momento el mundo concebía el tiempo como algo cíclico, sin inicio ni fin. La filosofía de San Agustín, de corte neoplatónico, reinó hasta la baja Edad Media, hasta el siglo XII aproximadamente.

Pues bien, después de la Filosofía Patrística le va a tocar el turno en mi curso a la Filosofía Escolástica, que fue la destinada a la formación de los monjes y clérigos, cuando la Iglesia ya estaba bastante bien establecida. Pero antes de eso estos días he acabado de estudiar la figura de Anselmo de Canterbury (1033-1109) y su argumento ontológico, un argumento que fue bastante conocido por los filósofos que vinieron a continuación, algunos lo aceptaron como Descartes, Leibniz, Hegel o Heidegger y otros lo rechazarán, como Locke o Kant. Las ideas de Anselmo son de corte neoplatónico y tras él se iniciará la transición a la filosofía de corte aristotélico, filosofía por ejemplo de Santo Tomás de Aquino.

Como tantos otros filósofos cristianos, Anselmo pretendió demostrar la existencia de Dios mediante la razón. El argumento ontológico dividía los conceptos en tres grupos, primero tenemos los que están sólo en la mente que llamó “in intellecto”, luego están los conceptos que tienen contrapartida real o “in re” y por último tenemos “aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado” (quo maius cogitari nequit), que fue la definición que dio Anselmo al concepto de Dios. Ordenó estos tres grupos por magnitud de perfección, así los que pertenecían a “in intellecto” eran los menos perfectos, luego venían los “in re” porque los conceptos que se corresponden con algo real son más perfectos que algo que sólo está en la mente, es decir que tiene un carácter más ilusorio.

El argumento nos dice que el concepto de Dios es mayor o más perfecto que cualquier otro concepto que podamos imaginar, incluso por encima de los conceptos de cosas que se corresponden con algo real. Como las cosas “in re” son reales el concepto de Dios – que está por encima – también tiene contrapartida real sino ese concepto no estaría por encima de las conceptos que tienen contrapartida real. Pero por otra parte a Anselmo le refutan este argumento diciendo que cualquier cosa maravillosa que imaginemos no tiene porque tener existencia real y entonces Anselmo añade que además la existencia de Dios es necesaria, es decir que no puede no-ser, algo que no puede no-ser existe forzosamente. Así este argumento nos asegura la existencia de “aquello mayor de lo cual nada puede ser pensado” que según mi punto de vista no tiene nada que ver con el Dios cristiano, sino que es más parecido a la teoría del Ser de Parménides que dice que “el Ser es y no puede no-ser”.

Anselmo después de esa primera clasificación que se refiere a la realidad hizo una segunda clasificación para referirse a la certeza. En ella divide a los conceptos en absurdos, contingentes y necesarios. Los absurdos sólo aparecen en la mente y no pueden darse en la realidad, por ejemplo la circunferencia cuadrada es un absurdo, también un número primo distinto de dos que sea par. Lo contingente es aquello que es real pero puede existir o no, es decir que no existe forzosamente, por ejemplo la lluvia es real – no sólo se trata de un concepto mental – pero puede suceder o no. Por último tenemos lo necesario, no hay que confundir con el significado más coloquial de esta palabra, no equivale a algo que sea útil para satisfacer ninguna necesidad sino se refiere a algo que existe forzosamente, que no puede no-ser. Un ejemplo es el Ser o el número pi, ¿alguien puede imaginarse el número pi no siendo el número pi?, el número pi siempre es el número pi, pero por ejemplo nosotros como ente biológico hoy existimos y mañana a saber, los seres humanos somos contingentes.

Por último, de postre, una tabla con las dos clasificaciones, a ver si se entiende:

 

Tabla de Anselmo de Canterbury

6 comentarios sobre “Quo maius cogitari nequit”

  1. Muy interesante, la pregunta es…por ejemplo la ciercunferencia es o hacemos nosotros que sea?, porque al final acaban siendo todo conceptos humanos. Seguramente un gato no sabe qué es una circunferencia, así pues la circunferencia no es que sea, es que la hemos creado en nuestra mente para que la podamos identificar como los miles de millones de objetos o conceptos que nos rodean.

    Por poner otro ejemplo hablemos del color rojo, siguiendo estos principios este color es y no puede no ser, pero para un daltónico el rojo no tiene el mismo significado, o no? así pues las cosas no sólo son, si no que debemos interpretar lo que son y eso es un concepto particular de cada uno.

  2. Me encanta hablar de estos temas y tu intervención me parece muy interesante.

    En eso que dices hay dos cuestiones: por un lado tenemos el concepto – o la interpretación de cada uno – que obviamente es humano y por otro la cosa real que se corresponde con el concepto. La cosa real existe independientemente de que haya humanos o no, las cosas «in re» existen aunque no haya un humano para ponerle un nombre o para hacerse una idea del objeto. Pensar lo contrario es hablar de solipsismo, que es una creencia metafísica donde el mundo es una ilusión de nuestra mente, es lo que llaman un idealismo extremo. Todavía no he llegado a estudiar esa parte en el curso, creo que lo más parecido a eso que he visto es el Mito de la Caverna de Platón.

    Una cosa es el concepto gato y otra la cosa que se corresponde con el concepto gato, esa cosa existe independientemente de que el humano le ponga un nombre a la cosa. En cuanto a las circunferencias y los colores a mi me parece que Anselmo las clasificaría como cosas necesarias, pero no estoy seguro, los colores también podrían ser contingentes, déjame que lo reflexione.

  3. Solipsismo (bonita palabra), yo no creo que el mundo sea una ilusión, sólo creo que las cosas que decimos que no pueden dejar de ser generan una ilusión que muchas veces es óptica, acústica etc.

    De hecho, en la historia del mundo hemos creado conceptos que «eran» y que al cabo del tiempo no sólo han dejado de ser si no que han «sido» todo lo contrario.

    Antes, sin lugar a dudas la tierra era plana…y con el paso del tiempo y los avances técnicos dejó de ser plana para ser redonda o más concretamente ovalada. ¿quien te dice a tí que dentro de unos siglos ,no avanzamos técnicamente hasta el punto de que el planeta tierra tiene una forma que no se corresponde con ninguna figura geométrica? ¿porqué Plutón existia como planeta y ahora no?, hace apenas un par de años esa creencia era irrefutable en todos los aspectos, y aunque es cierto que lo que ha cambiado es el nombre, en el caso de la tierra y su forma cambió su forma.¿Quien te dice a tí que no vivimos en la más absoluta ignorancia con respecto a lo que decimos que «Es»?, ¿De verdad hay algún valor seguro??…
    no lo creo…

  4. Estoy completamente de acuerdo con tus comentarios pero el texto que he puesto no va de eso. ¿Ves que hay diferencia entre el nombre de una cosa y la cosa?. A Plutón se le puede clasificar como los seres humanos quieran pero sigue siendo una cosa. La consideracíón de como planeta o como planeta menor es «In intellecto» y la cosa en si misma – el pedrusco que existe y gira alrededor del Sol – es «In re».

  5. Ciertamente, David, estoy de acuerdo contigo.
    Aunque, como dices, se salen del tema propuesto, las palabras de Silvia me traen a la memoria un bonito artículo de I. Asimov sobre la verdad y la relatividad del error…
    Estaba tentado de adjuntarlo entero, porque no tiene desperdicio. He optado por intercalar algunos de sus párrafos, de modo que su extensión se reduce a más o menos la mitad.
    Manue
    —John, la gente estaba equivocada al creer que la Tierra era plana. También se equivocaba al creer que la Tierra era una esfera. Pero si crees que creer que la Tierra es esférica es tan erróneo como creer que la Tierra es plana, entonces tu teoría es aún más errónea que las dos juntas.
    Verán: el principal problema es que la gente piensa que «correcto» e «incorrecto» son categorías absolutas, que todo lo que no sea perfecta y completamente correcto es total y absolutamente incorrecto.
    Pero yo no lo creo así. En mi opinión correcto y equivocado son conceptos borrosos, y en este artículo voy a explicar mis razones para creerlo así.
    (…)
    Por tanto, cuando mi amigo el especialista en literatura inglesa me dice que en todas las épocas los científicos han creído que ya habían descifrado el Universo y que siempre se han equivocado, mi pregunta es: ¿hasta qué punto se han equivocado? ¿Sus errores han sido siempre igualmente graves? Veamos un ejemplo.
    En los primeros tiempos de la civilización todo el mundo creía que la Tierra era plana.
    No lo creían porque fueran tontos o porque quisieran creer en estupideces. Su impresión de que la Tierra era plana estaba basada en pruebas bastante sólidas. No se trataba simplemente de una cuestión de «ese es el aspecto que tiene», porque la Tierra no parece plana. Tiene un aspecto caóticamente desigual, con colinas, valles, barrancos, acantilados, etcétera.
    (…)
    Otra forma de considerar la cuestión es la de preguntarse cuál es la «curvatura» de la superficie terrestre.
    Cuánto se desvía esta superficie (por término medio) a lo largo de una extensión de terreno de gran tamaño. Según la teoría de la Tierra plana, parecería que no existe ni la más mínima desviación, que la curvatura es de 0 por kilómetro.
    Por supuesto, hoy sabemos que la teoría de la Tierra plana estaba equivocada; que estaba terrible, total y absolutamente equivocada. Pero no es así. La curvatura de la Tierra es de casi 0 por kilómetro, de manera que, aunque la teoría de la Tierra plana es incorrecta, da la casualidad de que es casi correcta. Esta es la razón de que se mantuviera durante tanto tiempo.
    Naturalmente, había buenas razones para no darse por contento con esta teoría, y alrededor del 350 a.C., el filósofo griego Aristóteles las enumeró. En primer lugar, a medida que uno se desplaza hacia el norte algunas estrellas desaparecen por detrás del horizonte meridional, y cuando nos desplazamos hacia el sur otras estrellas desaparecen por detrás del horizonte septentrional. En segundo lugar, la sombra de la Tierra sobre la Luna en los eclipses lunares siempre describe un arco de circulo. En tercer lugar, en la misma Tierra los barcos desaparecen paulatinamente por detrás del horizonte, y lo primero en desaparecer es el casco, sea cual sea la dirección en la que naveguen.
    Estas tres características no tenían ninguna explicación lógica si la superficie de la Tierra era plana, pero eran perfectamente explicables si se suponía que la Tierra era una esfera.
    Lo que es más: Aristóteles creía que toda la materia sólida tiende a moverse en dirección a un centro común, de manera que acaba por agruparse en una esfera. Un volumen determinado de materia está por término medio más cerca de un centro común si es una esfera que si adopta cualquier otra forma.
    Aproximadamente un siglo después de Aristóteles, el filósofo griego Eratóstenes observó que el Sol arroja sombras de diferentes longitudes según la latitud (si la superficie de la Tierra fuera plana todas las sombras tendrían la misma longitud). Calculó el tamaño de la esfera terrestre a partir de las diferencias de longitud de las sombras, que resultó ser de 25.000 millas (40.000 Km.) de circunferencia.
    La curvatura de esta esfera es de aproximadamente 0,000126 por milla (0,000078 por Km.) una cantidad que, como ven, se aproxima mucho a 0 por milla, y es difícilmente medible con las técnicas de las que disponían los antiguos. La pequeña diferencia entre 0 y 0,000126 explica el hecho de que se tardara tanto en pasar de la teoría de la Tierra plana a la de la Tierra esférica.
    (…)
    Así que, a pesar de que la teoría de la Tierra plana sólo es ligeramente incorrecta y aunque hay que reconocer el mérito de sus inventores, es lo bastante incorrecta como para que se descarte en favor de la teoría de la Tierra esférica.
    Y, no obstante, ¿es la Tierra una esfera?
    No, no es una esfera; no en el sentido estrictamente matemático. Una esfera cumple determinadas propiedades matemáticas: por ejemplo, todos sus diámetros (esto es, todas las líneas rectas que unen dos puntos de su superficie pasando por el centro) son de la misma longitud.
    Pero esto no ocurre con la Tierra. Varios de sus diámetros tienen una longitud distinta.
    (…)
    En otras palabras: la Tierra está abombada en el Ecuador y achatada en los polos. Es un «esferoide» y no una esfera. Por tanto, los diferentes diámetros de la Tierra tienen longitudes variables. Los más largos son los que van de un punto del Ecuador al opuesto. Este «diámetro ecuatorial» tiene 12.755 kilómetros (7.927 millas) de longitud. El diámetro más corto es el que va del Polo Norte al Polo Sur; este «diámetro polar» tiene 12.711 kilómetros (7.900 millas) de longitud.
    La diferencia entre el diámetro más corto y el más largo es de 44 kilómetros (27 millas); por tanto, el «achatamiento» de la Tierra (la medida en que se desvía de la esfericidad) es de 44/12.755, ó 0,0034. Esta cantidad representa un tercio de un 1 por 100.
    Digámoslo de otro modo: sobre una superficie plana, la curvatura es de 0 por milla (o kilómetro) en todas partes.
    En la superficie de una esfera perfecta del tamaño de la Tierra la curvatura es de 0,000126 por milla en todas partes (u 8 pulgadas/20 cm por milla). En la superficie de la achatada esfera terrestre, la curvatura oscila entre 7,972 pulgadas (20,24 cm) por milla y 8,027 pulgadas (20,38 cm) por milla.
    La corrección necesaria para pasar de la esfera al esferoide achatado es mucho menor que la necesaria para pasar de la superficie plana a la esfera. Por tanto, aunque en sentido estricto la teoría de que la Tierra es esférica no es correcta, no es tan incorrecta como la teoría de la Tierra plana.
    En sentido estricto, incluso la teoría del esferoide achatado es incorrecta. En 1958, cuando el satélite Vanguard I fue puesto en órbita alrededor de la Tierra, pudo medir la atracción gravitatoria local de nuestro planeta, y, por tanto, su forma, con una precisión sin precedentes. Se descubrió que el abombamiento ecuatorial es ligeramente mayor al sur que al norte del Ecuador, y que el nivel del mar está ligeramente más próximo al centro de la Tierra en el Polo Sur que en el Polo Norte.
    La única manera de describir este fenómeno parecía ser la de decir que la Tierra tiene forma de pera, con lo que inmediatamente mucha gente pensó que la Tierra no guardaba el más mínimo parecido con una esfera y que era más bien una especie de pera limonera columpiándose por el espacio. La verdad es que la desviación de la Tierra con respecto al esferoide achatado perfecto se mide en metros y no en kilómetros, y las correcciones que se hicieron en su curvatura eran del orden de las millonésimas de centímetros por kilómetro.
    Abreviando: mi amigo el especialista en literatura inglesa, que habita un Universo mental de correctos e incorrectos absolutos, puede creer que, como todas las teorías están equivocadas, puede que ahora se crea que la Tierra es esférica y que el siglo que viene se crea que es cúbica, al siguiente que es un icosaedro hueco, y al otro que tiene forma de «donut».
    Lo que ocurre en realidad es que una vez que los científicos dan con una buena teoría, se dedican a mejorarla y ampliarla con un grado cada vez mayor de sutileza a medida que van disponiendo de mejores instrumentos de medición. No es que las teorías sean incorrectas; más bien están incompletas.
    Esto es aplicable a muchos otros casos, no sólo a la forma de la Tierra. Incluso cuando parece que una nueva teoría supone toda una revolución, por lo general ha surgido a partir de pequeñas correcciones. Si fuera necesario algo más que una pequeña corrección, entonces la vieja teoría no habría durado tanto tiempo.
    Copérnico pasó de un sistema planetario geocéntrico a otro heliocéntrico. Al hacerlo pasó de algo que parecía obvio a otra cosa en apariencia absurda. Pero sólo era cuestión de encontrar métodos mejores para calcular el movimiento de los planetas en el cielo, y con el tiempo la teoría geocéntrica fue descartada. Esta vieja teoría estuvo vigente durante tanto tiempo precisamente porque, según los baremos de medida de entonces, ofrecía resultados bastante aceptables.
    (…)
    ¿Y qué decir de las dos grandes teorías del siglo XX: la de la relatividad y la de la mecánica cuántica?
    Las teorías de Newton sobre el movimiento y la gravitación se acercaban mucho a la verdad, y si la velocidad de la luz fuera infinita habría acertado por completo. Pero la velocidad de la luz es finita, y había que tener en cuenta este hecho en las ecuaciones relativistas de Einstein, que eran una ampliación y un perfeccionamiento de las ecuaciones de Newton.
    Podrían ustedes objetar que la diferencia entre infinito y finito es en sí misma infinita, así que ¿por qué las ecuaciones de Newton no cayeron inmediatamente por su base? Considerémoslo de otra manera, preguntándonos, en primer lugar, cuánto tarda la luz en recorrer una distancia de un metro.
    Si la luz se desplazara a una velocidad infinita, tardaría 0 segundos en recorrer un metro. Pero a la velocidad real de la luz, tarda 0,0000000033 segundos. Einstein corrigió esta diferencia entre 0 y 0,0000000033.
    Conceptualmente; esta corrección era tan importante como lo fue la de la curvatura de la Tierra de 0 a 20 cm por milla. Las partículas subatómicas en movimiento no se comportarían como lo hacen sin esta corrección, y los aceleradores de partículas tampoco funcionarían de la manera en que lo hacen, ni explotarían las bombas atómicas, ni brillarían las estrellas. No obstante, se trataba de una corrección minúscula, y no es de extrañar que Newton no pudiera tomarla en consideración en su época, ya que sus observaciones estaban limitadas a velocidades y distancias para las que esta corrección era insignificante.
    Del mismo modo, el principal fallo de la física precuántica es que no tomaba en consideración la «granulación» del Universo. Se creía que todas las formas de energía eran continuas y capaces de subdividirse indefinidamente en cantidades cada vez más pequeñas.
    Esto resultó no ser cierto. La energía se propaga en cuantos, cuya magnitud depende de algo llamado la constante de Planck. Si la constante de Planck fuera igual a 0 ergio-segundos, entonces la energía sería continua y el Universo no presentaría esta granulación. Pero la constante de Planck es igual a 0,0000000000000000000000000066 ergio-segundos. Una desviación del cero verdaderamente pequeña, tan pequeña que no era necesaria tenerla en cuenta para las cuestiones ordinarias relativas a la energía de la vida diaria. Pero cuando se trabaja con partículas subatómicas, esta granulación es lo bastante considerable en comparación como para que resulte imposible obtener ningún resultado sin tener en cuenta las consideraciones cuánticas.
    El hecho de que las correcciones a las teorías sean cada vez menos importantes, indica que incluso las que son bastante antiguas tienen que haber sido suficientemente correctas como para estar abiertas a nuevos avances; avances que las correcciones posteriores no han suprimido.
    Por ejemplo: los griegos introdujeron el concepto de latitud y longitud, y confeccionaron mapas bastante correctos de la cuenca mediterránea aun sin tener en cuenta la esfericidad de la Tierra, y en la actualidad seguimos utilizando la latitud y la longitud.
    (…)
    Como es natural, las teorías actuales pueden considerarse incorrectas en el sentido simplista que da a la palabra mi corresponsal especialista en literatura inglesa; pero, en un sentido mucho más verdadero y sutil, sólo hay que considerarlas incompletas.
    Por ejemplo: la teoría cuántica ha producido algo conocido como «incongruencia cuántica», que pone seriamente en cuestión la naturaleza misma de la realidad y que plantea acertijos filosóficos que los físicos parecen sencillamente incapaces de admitir. Es posible que hayamos llegado a un punto en el que el cerebro humano es simplemente incapaz de comprender los hechos, y también es posible que la teoría cuántica esté incompleta, y que una vez adecuadamente ampliada, desaparezcan todas las «incongruencias».
    Del mismo modo, la teoría cuántica y la de la relatividad son aparentemente independientes, de tal manera que, mientras según la teoría cuántica parecería posible que tres de las cuatro interacciones que se conocen puedan combinarse en un solo sistema matemático, la gravedad —el dominio de la teoría de la relatividad— se ha resistido por el momento a todos los esfuerzos.
    Si fuera posible combinar la teoría cuántica y la de la relatividad, se abriría la posibilidad de formular una verdadera «teoría de campos unificada».
    Pero una vez conseguido todo esto, todavía quedaría una corrección aun más sutil por hacer, que afectaría a las fronteras de nuestro conocimiento: la naturaleza del Big Bang y de la creación del Universo, las propiedades que rigen en el centro de los agujeros negros, algunas sutilezas relativas a la evolución de las galaxias y de las supernovas, y así sucesivamente.
    Pero prácticamente todo lo que sabemos hoy en día permanecerá sin alteraciones, y creo que tengo motivos para decir que me alegro de vivir en un siglo en el que comprendemos los principios básicos del Universo.

  6. Muchas gracias Manue, me ha hecho mucha ilusión tu intervención, además soy un fan de Asimov. Es muy oportuno el texto de Asimov, puesto que esta es la visión que pretende  mi profesor que adquiera en el curso de filosofía. Las teorías científicas y las ideas filosóficas de cada época son prácticamente irrefutables en el momento que aparecen, sólo el paso del tiempo y el desarrollo de la sociedad muestra que son incompletas, y no erradas. No porque estén intelectualmente mal elaboradas, sino porque no ofrecen explicación a las nuevas realidades que aparecen. Teniendo en cuenta eso creo que es como hay que mirar hacia atrás, con respeto, sin abusar de nuestra posición temporal privilegiada cuando analizamos sus escritos, incluso intentando ponernos en la posición del científico o el filosofo para comprender que todos tuvieron razón en lo que afirmaron. Aunque hoy en día sepamos que todos erraron parcialmente, pero fue por no contemplar aspectos de la realidad que les pasaron desapercibidos.

    Un abrazo

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