Como ya comenté en el anterior post hoy me tocaba comentar algo de lo que hice este fin de semana. En esta etapa del curso de autorrealización me tocaba un taller de fin de semana en el que se practicaba un ejercicio de limpieza del inconsciente en su aspecto “energía”. Este taller es llamado curso del perdón porque se trata de aprender a resolver aquellas cuentas pendientes que han permanecido en el psiquismo de forma inconsciente.
Durante toda la vida nuestro ego se dedica a detener cualquier impulso susceptible de dañar la imagen ideal que trata de alcanzar en el mundo social en el que se mueve, esto genera una lucha entre opuestos, entre el impulso primario que trata de consumarse y la fuerza consciente del ego que impide que el impulso se realice. Este equilibrio de fuerzas no resuelve la situación y el suceso queda en el inconsciente como si estuviera ocurriendo permanentemente, un ejemplo sería cuando nuestros padres nos impedían ciertas acciones que por el modelo social no están bien vistas y nosotros primero reprimíamos la acción por miedo a perder su cariño y finalmente pasaba al inconsciente como energía reprimida. Así, como he comentado, el suceso se ha quedado a medio vivir pero continúa ocurriendo en el inconsciente, de tal modo que es imposible perdonar algo que continúa allí, primero debe consumarse, acabar de ser vivido.
El ejercicio se realiza en una sala que los psicoterapeutas llaman “screaming room”, una habitación preparada para la externalización emocional, un lugar donde poder golpear, gritar e insultar de forma segura, sin dañar a nadie. Este ejercicio se tiene que realizar muy consciente de lo que se va a hacer, yendo más allá del ego o personaje que reprime el impulso de cualquier cuenta pendiente, mientras se está en el ego los mecanismos de defensa en la forma de racionalización, proyección, negación, etc; intentan impedir que el antiguo impulso acabe de ser vivido porque esto es contrario a la imagen de buena persona que se pretende dar, para ello es muy importante un lugar que posea unas condiciones que faciliten la relajación de estos mecanismos y así liberar esa energía. Al ver en esa habitación gente que se comporta de una forma indecente para el ego mientras hacen su ejercicio y gracias a la intervención de expertos que van dirigiendo este ejercicio, se da el permiso al inconsciente para que se manifieste más allá de apariencias y normas sociales.
Todo comienza con un ejercicio de centramiento sentado en un cojín de meditación, cuando se está lo suficiente centrado, sin el parloteo mental habitual del personaje, entonces es el momento de entrar al lugar del combate: un colchón donde la persona entra de rodillas, allí le esperan un fragmento de una manguera de caucho flexible, un listín telefónico caducado y unos guantes de jardinería para evitar rozaduras en las manos. Se coloca los guantes, evoca una escena desagradable del pasado, preferiblemente de la infancia, agarra la manguera y empieza a golpear y romper con ella el listín telefónico mientras grita en cada impacto como si se tratase de un artista marcial, en ese momento el listín representa la persona que no nos permitimos perdonar al tener reprimida la vivencia. Además de gritar también hay quien insulta o discute mientras revive la experiencia y expresa su ira y agresividad, pero siempre desde la posición del observador, dándonos cuenta de que somos protagonistas de la experiencia, controlando la situación para evitar que se produzcan abreacciones emocionales excesivas, siendo conscientes de que realmente no estamos pasando cuentas a nadie. Al permanecer despiertos no sólo descargamos la energía reprimida, sino que esa energía se incorpora al psiquismo consciente dando una sensación de seguridad interior y poder en los días posteriores.
El curso resultó agotador, no sólo por el esfuerzo que representaba el ejercicio sino por el hecho de estar dos días viendo escenas alucinantes protagonizadas por los compañeros y por mi mismo, cualquiera que entrase en la sala sin saber que era aquello pensaría que estaba en un frenopático. Al finalizar me encontraba como si me hubiera quitado un peso de encima, la primera noche después del taller tuve un sueño donde volaba como cuando era niño, creía que nunca iba a soñar de nuevo que volase, hace tantos años que no lo hacía…