Hoy me he enterado de una noticia que me ha sorprendido, resulta que en la Universidad de Padua (Italia) han realizado un estudio que determina que los peces saben contar por lo menos hasta cuatro. El estudio lo han realizado con la especie Gambusia Holbrooki, que es un pequeño pez originario de México que fue introducido en Europa en los años 20 del siglo XX, valga la redundancia. La Gambusia cuando detecta un depredador tiende a unirse con otros peces de su especie para refugiarse, así es capaz de diferenciar el grupo más numeroso y unirse a él, sabe diferenciar por ejemplo un grupo de tres peces y otro de cuatro, y aliarse con este último. A partir de cinco si dos grupos tienen un número de peces similar entonces no es capaz de diferenciarlos, aunque si un grupo tiene el doble de peces que otro, entonces se ha comprobado que elige al más numeroso.
Parece que la capacidad de contar – la base de las matemáticas – ya no es algo particular del ser humano. Hace miles de años los seres humanos de la familia protoindoeuropea sólo eran capaces de contar hasta tres, la palabra para designar más allá de tres era “y todo lo demás”, quizás vivían en una fase oral como los bebés de hasta dos años ya que hoy en día algunos psicólogos afirman que los bebés pueden distinguir entre diversos conjuntos de hasta tres objetos, dándose cuenta si se saca o se mete un objeto en un conjunto siempre que no supere los tres elementos, es decir cuatro ya es mucho para ellos, como ocurre con los peces del experimento. También, algunas tribus del siglo XX tenían dificultades para contar más allá de tres, por ejemplo los indios de los bosques brasileños al cuatro lo llamaban “ungatua” que quiere decir “toda”.
A continuación un relato contado por el explorador Francis Galton acerca de las dificultades contables de la tribu africana de los damaras:
« En la práctica los damaras no usan ningún número superior a tres. Cuando desean expresar cuatro, recurren a los dedos, que para ellos son instrumentos de cálculo tan formidable como el contador para un escolar. Pasando de cinco, se embrollan a falta de mano libre para coger y asegurar los dedos, que han de hacer veces de unidades. A pesar de todo rara vez pierden un buey; pero no es porque descubran la pérdida, sino por la ausencia de una figura conocida. Cuando venden carneros, hay que pagarles cada uno por separado; supóngase que el precio de un carnero sean dos rollos de tabaco; pues de seguro se desconcertaría un damara si cogieseis dos carneros y le dieseis cuatro rollos. Yo lo hice una vez, y vi al hombre poner aparte dos rollos, y mirar a uno de los carneros que estaba a punto de vender. Convencido de que uno de ellos estaba debidamente pagado, y advirtiendo con sorpresa que le quedaban exactamente dos rollos para cobrar el segundo, le asaltaron las dudas (…)y acabó por romper el trato, hasta que al fin le puse en la mano dos rollos, y separé el segundo carnero ». « Una vez que observaba yo a un damara enredado desesperadamente en una cuenta, a un lado mío, vi al otro lado a mi podenca Dinah, no menos apurada. Examinaba atentamente media docena de cachorros recién nacidos, que se le habían quitado dos o tres veces, y era excesiva su ansiedad, mientras procuraba darse cuenta de si estaban todos presentes o le faltaba alguno todavía. El animal se deshacía, recorriéndolos con la mirada, y yendo de una a otra parte, sin quedar satisfecho. Evidentemente tenía, aunque vaga, la idea de contar; pero la cifra era demasiado considerable para su cerebro. Contemplado así los dos, perro y damara, el hombre no salía muy favorecido en la comparación ».
Ahora no recuerdo que estudio era, pero en algún sitio leí que los seres humanos tampoco somos capaces de distinguir más de tres objetos simultáneamente. ¿Curioso, no?.