El valor real de los bienes

Estos días he tenido la oportunidad de estudiar a Karl Marx en el curso de filosofía. En la actualidad muchas personas consideran las ideas de Karl Marx como algo detestable, dado el rastro lamentable que dejaron las dictaduras comunistas que aseguraban basarse en el marxismo, como por ejemplo la soviética. Me temo que en realidad se trataba de un marxismo distorsionado, parece que en estos tiempos que corren existen muchos grupos interesados en que se mantenga esta visión errónea sobre las ideas del filósofo y economista alemán. Marx no era tan contrario al capitalismo como se le supone, aunque no todo es perfecto y él se limitaba a dar cuenta de ello. Algo fundamental en las ideas de Marx es la teoría clásica del valor, siendo el valor de un producto el tiempo de trabajo socialmente necesario para fabricarlo. Un día profundizaré en el blog sobre esta cuestión, por ahora sólo diré que una de las causas de las crisis cíclicas del capitalismo es hacer caso omiso de la teoría clásica del valor y que uno de los dramas del capitalismo es que la plusvalía, el valor añadido que se obtiene al producir un trabajo, se va enteramente al beneficio del capital. Se trata de un sistema basado en obtener siempre el máximo beneficio, que se acumula progresivamente cada vez en menos manos. Algo que no proporciona un valor añadido, como ocurre con la especulación, donde un producto pasa de una mano a otra siendo el mismo producto, sin aportar valor (sin haber creado nada), pero aportando beneficios, es otro de los problemas principales de un capitalismo sin control.

Karl Marx

En un artículo que escribió Albert Einstein en 1949 para el diario “Monthly Review” trataba la cuestión de la “anarquía económica de la sociedad capitalista”. Einstein fue un activista político en EEUU, incluso perseguido durante la caza de brujas del senador anti-comunista Mc Carthy, y era de una ideología que me ha recordado mucho a Marx cuando leí su artículo. He aquí un fragmento del mismo, el segundo párrafo está relacionado con la teoría clásica del valor:

La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal. Vemos ante nosotros a una comunidad enorme de productores que se están esforzando incesantemente privándose de los frutos de su trabajo colectivo — no por la fuerza, sino en general en conformidad fiel con reglas legalmente establecidas. A este respecto, es importante señalar que los medios de producción –es decir, la capacidad productiva entera que es necesaria para producir bienes de consumo tanto como capital adicional– puede legalmente ser, y en su mayor parte es, propiedad privada de particulares.

En aras de la simplicidad, en la discusión que sigue llamaré «trabajadores» a todos los que no compartan la propiedad de los medios de producción — aunque esto no corresponda al uso habitual del término. Los propietarios de los medios de producción están en posición de comprar la fuerza de trabajo del trabajador. Usando los medios de producción, el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista. El punto esencial en este proceso es la relación entre lo que produce el trabajador y lo que le es pagado, ambos medidos en valor real. En cuanto que el contrato de trabajo es «libre», lo que el trabajador recibe está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades mínimas y por la demanda de los capitalistas de fuerza de trabajo en relación con el número de trabajadores compitiendo por trabajar. Es importante entender que incluso en teoría el salario del trabajador no está determinado por el valor de su producto.

El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte debido a la competencia entre los capitalistas, y en parte porque el desarrollo tecnológico y el aumento de la división del trabajo animan la formación de unidades de producción más grandes a expensas de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática. Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados quienes, para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la población. Por otra parte, bajo las condiciones existentes, los capitalistas privados inevitablemente controlan, directamente o indirectamente, las fuentes principales de información (prensa, radio, educación). Es así extremadamente difícil, y de hecho en la mayoría de los casos absolutamente imposible, para el ciudadano individual obtener conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos políticos.

La situación que prevalece en una economía basada en la propiedad privada del capital está así caracterizada en lo principal: primero, los medios de la producción (capital) son poseídos de forma privada y los propietarios disponen de ellos como lo consideran oportuno; en segundo lugar, el contrato de trabajo es libre. Por supuesto, no existe una sociedad capitalista pura en este sentido. En particular, debe notarse que los trabajadores, a través de luchas políticas largas y amargas, han tenido éxito en asegurar una forma algo mejorada de «contrato de trabajo libre» para ciertas categorías de trabajadores. Pero tomada en su conjunto, la economía actual no se diferencia mucho de capitalismo «puro». La producción está orientada hacia el beneficio, no hacia el uso. No está garantizado que todos los que tienen capacidad y quieran trabajar puedan encontrar empleo; existe casi siempre un «ejército de parados». El trabajador está constantemente atemorizado con perder su trabajo. Desde que parados y trabajadores mal pagados no proporcionan un mercado rentable, la producción de los bienes de consumo está restringida, y la consecuencia es una gran privación. El progreso tecnológico produce con frecuencia más desempleo en vez de facilitar la carga del trabajo para todos. La motivación del beneficio, conjuntamente con la competencia entre capitalistas, es responsable de una inestabilidad en la acumulación y en la utilización del capital que conduce a depresiones cada vez más severas. La competencia ilimitada conduce a un desperdicio enorme de trabajo, y a ése amputar la conciencia social de los individuos que mencioné antes.

Considero esta mutilación de los individuos el peor mal del capitalismo. Nuestro sistema educativo entero sufre de este mal. Se inculca una actitud competitiva exagerada al estudiante, que es entrenado para adorar el éxito codicioso como preparación para su carrera futura.

Estoy convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos graves males, el establecimiento de una economía socialista, acompañado por un sistema educativo orientado hacia metas sociales. En una economía así, los medios de producción son poseídos por la sociedad y utilizados de una forma planificada. Una economía planificada que ajuste la producción a las necesidades de la comunidad, distribuiría el trabajo a realizar entre todos los capacitados para trabajar y garantizaría un sustento a cada hombre, mujer, y niño. La educación del individuo, además de promover sus propias capacidades naturales, procuraría desarrollar en él un sentido de la responsabilidad para sus compañeros-hombres en lugar de la glorificación del poder y del éxito que se da en nuestra sociedad actual.

Sin embargo, es necesario recordar que una economía planificada no es todavía socialismo. Una economía planificada puede estar acompañada de la completa esclavitud del individuo. La realización del socialismo requiere solucionar algunos problemas sociopolíticos extremadamente difíciles: ¿cómo es posible, con una centralización de gran envergadura del poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia? (Albert Einstein – 1949)

5 comentarios sobre “El valor real de los bienes”

  1. A mi de pequeño o cuando estaba en la escuela estudiando filosofía toda esta gente me parecian personas raras, unos charlatanes, que no decían nada con muchas palabras.

    He de reconocer que las personas maduramos, y por suerte nos damos cuenta que valor más significativo tienen sus palabras y que no se pierden en el tiempo, y se pueden adaptar a cualquier época.

    Soy apolítico, pero claro tengo mis ideas, pero desde luego que a veces me doy cuenta de lo que es una utopía y lo que es la realidad.

    Por suerte Einstein que era un magnifíco científico, tambien tenía valores morales, u otros personajes como tan de moda ahora como Darwin, nos deberían hacer reflexionar más a la sociedad de hoy en día o al menos a nuestros políticos.

    David, te lo trabajas mucho, este blog debería llegar a más personas, al menos a aquellas que desean aprender de lo que algunos ya creen conocer o de aquellos que tengan curiosidad cultural y social. Te aplaudo por tu variedad en este blog.

  2. PD: Quita la nieve, que quiero que haga SOL (tengo que hacerte críticas constructivas, es un sino intrínseco) 😛

  3. Gracias Sergi, hoy precisamente hemos tenido una tertulia familiar sobre el tema, tras celebrar el cumpleaños de David. Comentaba que quizás sería bueno enseñar a los niños desde bien pequeños lo que significa la economía, las crisis y demás. Caemos constantemente en las mismas trampas, la gente en época de bonanza, en épocas de intereses bajos,etc, nos dedicamos al consumismo desproporcionado, endeudándonos sin ton ni son, creyendo que todo va a seguir igual eternamente, y luego vienen los batacazos. Los Maddoff, Gescartera, Forum Filatélico, y otras estafas no hubieran sido posible sin la participación de algunos que invirtieron creyendo que vendían duros a cuatro pesetas.

    El tema es que no interesa enseñar estas cosas en la escuela, prefieren que nos peguemos constantemente talegazos. Algún día al pueblo llano, después de tanto sufrir las consecuencias, quizás se le hinchen las meninges, pero claro también algunos creen que esto nunca va a suceder, todo es cuestión de expectativas, tanto la evolución de los precios futuros como las revoluciones…

    Un abrazo

    P.D.: Precisamente David me decía lo mismo sobre la nieve, jejeje, gracias por la crítica!!!

  4. Como decia una mina que la jugaba de espiritualista – bha, todos tenemos nuestras contradicciones, al fin y al cabo-, el comentario anterior me hace ruido.
    Es verdad, la espiritualista que he mencionado, tiene por costumbre indicar la existencia de un ruido cuando algo le resulta molesto. As»i, por ejemplo, le hacia ruido si vos tenias una tijera de color distinto a la de ella.Puaj, despues de haberle escuchado algunas veces ridiculeces parecidas, preferi tomar distancia de los espiritualistas y de las – espiritualistas.

    Para ello, me hice pocero. Ahora me dedico a practicar agujeros donde las personas creen debe ir un agujero. Y me pagan por ello. Estas espiritualistas son de terrror.

    Besotes.

    No manden flores. Tampoco postales. A las frutas prefiero comprarlas frescas, muy cerca de casa. Feliz nuevo siglo.

  5. Gracias R. Debes escribir desde algún país del Río de la Plata, lo digo por lo de mina que significa mujer por allí. ¿Argentina?. ¿Uruguay?.

    Un abrazo pocero, mucha agua, flores y fruta por allí, felicidades por tu paraiso!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *