Me va a ir muy bien la anécdota que se produjo esta semana donde el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, hablaba sobre una supuesta reunión entre Zapatero y Montilla de una forma tan efusiva y que sonaba tan creíble – tan informado – que más de uno diría que estuvo presente, sólo había un pequeño detalle, que no hubo tal reunión o al menos todas las posteriores declaraciones se esforzaron por desmentir la misma, incluido el mismísimo Blanco.
Decía que me va a ir de perlas – independientemente de que hubiera reunión o no – porque tengo una cuenta pendiente con la recomendada trascendencia de mi disgusto hacia aquellos que sin tener ni puñetera idea de muchas cosas tienen la habilidad de hacer ver que saben de lo que hablan, y es que se venden de coña detrás de su máscara. En un mundo en el que el volumen de información y desinformación crece a velocidades desorbitadas y desorbitantes, donde se hace imposible estar al día, donde aquello que les sucedía a los médicos ha contagiado al resto de la humanidad – me refiero a tener que informarse continuamente para estar al día – donde ya eres un ignorante si te tiras una semana en una burbuja aislante de información.
Si señores, estamos en la Era de la Información, ya no seriamos nada sin los buscadores como Google donde escribes la palabra “verdad” y aparecen 153 millones de páginas, donde escribes “mentira” y aparecen una sexta parte, ¿será que la verdad abunda?. ¿Y qué narices puedo hacer con tantas toneladas de bytes?. Con todo este berenjenal era previsible que surgiera una nueva criatura, aquella que se promociona en los suburbios de la apariencia, ya no vales por lo que sabes sino por lo que aparentas saber, parecen decir: “¿con tanta información a digerir qué más quieres?, ¿qué me vaya a la cama por una indigestión mental?, no señor, mi objetivo es otro, que se vaya a hacer puñetas Sócrates y su sólo sé que no sé nada“. Influyen en otras criaturas con lo aprendido en uno de esos libros de Dale Carnegie, y cuando se solicita un estudio ellos otorgan simpatía, pero da igual, consiguen el “aprobado”, caer bien siempre entra mejor que decir “verdades”, o al menos que estrujarse el cerebro.
Esto no es una película, al menos de las que siempre acaban bien, el reino de la apariencia pisa los talones a la realidad. Confundir la felicidad con la aceptación de la sociedad, que te quieran todos sin excepción, que te digan lo que tus oídos quieran escuchar, está a la orden del día. Hay que tener muchas pelotas para decir “prefiero caerte mal que mentirte” como diría aquel, pero es que uno empieza a estar cansado de estamparse contra un muro. Chaval, no quieras caer bien a todo el mundo y respira, se libre aunque corras el riesgo de ser un poco capullo, y si no sabes algo, que pelotas, no digas nada si no puedes mejorar el silencio. Gracias, me aplicaré el cuento y tendré en cuenta el reto de amar a la nueva criatura, ¡si, lo conseguiré!.
Muy bueno David!!! te veo más bisceral que de costumbre y eso me gusta y me alivia porque huele a revolución, necesitamos una revolución no se si a todos, pero sí a muchos niveles, empezando por uno mismo, siendo consciente de nuestras limitaciones, no solamente aceptando que no se puede comulgar ni agradar a todo el mundo sino con el deber de buscar nuestra posición en el momento en que se nos pida, de una manera objetiba, intentando esclarecer si es necesario, la verdad entre tanta mentira.
Besillos para todos, puede que no lo parezca, pero no miento si digo que me acuerdo mucho de vosotros…sus quiero un taco chao!
A mi me encanta este escrito…de hecho , creo que es mo mejor que has hecho ultimamente. Y como tengo constancia de que te costó muy poco hacerlo, deduzco que te salió como un arroyo de inspiración.
Me has impresionado.
PD: Mercenario, os queremos…ya lo sabes.Besos