De acuerdo con la línea de Antonio Blay, llamamos actitud positiva a la conducta propia del yo experiencia: cuando ya estamos despiertos y somos conscientes de que nuestra naturaleza es ser capacidad de ver amar y hacer.
Actitud positiva es lo mismo que actualización del potencial, es hacer aquello que está en nuestra naturaleza: tratar de entender la realidad, interesarnos por ella y mirar de perfeccionarla con nuestra acción. Actitud positiva viene de “poner”; ponemos luz, atención y combatividad. No viene de “me parece muy bien” o de “estamos de acuerdo en todo”.
De hecho, cuando algo nos parece muy bien, no solemos hacer nada; o sea que el conformismo está reñido con la actitud positiva. Claro que cuando todo nos parece muy mal, también solemos abstenernos de actuar porque consideramos que no se dan las condiciones mínimas para que nuestro esfuerzo sea rentable. Así que tanto el juicio positivo como el juicio negativo inhiben la acción. Lo cual nos lleva de vuelta al primer párrafo: la actitud positiva es inherente al estado de conciencia de estar despiertos.
Y hay que tener claro que actualizar y actitud vienen de acto. Es decir, no se actualiza nada si sólo se piensa o si sólo se quiere. Denunciar una situación y rechazarla emocionalmente no actualiza nada, deja todo tal cual está; y a menudo contribuye a tranquilizar la conciencia del que ya se ha manifestado en contra. Lo mismo que predicar soluciones utópicas de difícil concreción a corto plazo; el que lo hace corre el peligro de creerse por encima de los demás y retirarse indignado ante la falta de eco que tienen sus propuestas.
La actitud positiva que, repetimos, es inherente al despertar, es una acción en el aquí y ahora. Y por tanto ha de ser necesariamente individual: en el aquí y ahora de cada uno. Todos tenemos un aquí y ahora personal, familiar, profesional y social. Los tres ámbitos primeros no acostumbran a salir en los periódicos pero, por lógica, es en ellos donde más ejercitamos la actitud positiva; porque además, es en ellos donde se concretan y manifiestan los resultados de la crisis social que estamos sufriendo. Y también es en ellos donde podemos sembrar una conciencia capaz de promover una organización colectiva más acorde con la dignidad del ser humano.
La crisis está poniendo al descubierto la inoperancia de una organización social y económica obsoleta que, en vez de resolver los problemas, no hace más que complicarlos. No es necesario ser muy listo para ver que estamos en condiciones de organizar las cosas de otra manera. Pero si el sistema se aguanta es por el miedo que están consiguiendo difundir, y la consecuente cobardía del “mientras a mi no me toque…”. Así que lo más urgente, ahora que las condiciones objetivas están dadas, es conseguir que suba el nivel de conciencia de los individuos.
Y la conciencia es única. No puede haber conciencia política si previamente no la hay personal, familiar y profesional.
(fuente: ADCA)