Hay una parte de uno mismo que puede darse a los demás de manera casi invisible. Es como si la energía volase por encima de nuestras cabezas buscando un lugar donde aposentarse.

Me ocurre últimamente que cuando viene alguien a casa disfruto muchísimo pensando en el momento en el que nos sentamos en la mesa a compartir experiencias, son sensaciones que aunque pase mucho tiempo no volverán a darse de igual manera, si no que irán evolucionando y buscarán otra vibración.

Fue el caso de ayer, vinieron a casa unos amigos a cenar y realmente me ocupó gran parte de la tarde preparar la cena. Mentiría si dijera que lo hice a disgusto, es más, estuve encantada de experimentar nuevos platos y de probar nuevas combinaciones pensando únicamente en el cariño que siento por mis amigos. Realmente no sólo te une la sangre a la gente que quieres, máxime cuando tus amigos los eliges tú y no te vienen adjudicados de nacimiento. Para mí es un acto de amor preparar estas veladas en las que disfruto muchísimo (bien por la Wii Esteve, queda pendiente un campeonato en toda regla de Trivial).

Bueno, a lo que vamos…ayer preparé esta cenita:

* Berenjenas con mermelada de tomate y queso parmesano

* tartaletas de Foie y manzana

* Hojaldres de morcilla de cebolla con pera

* canapés de surimi con atún

* canapés de salmón con mantequilla

* canapés de sobrasada y huevitos de codorniz

Y de segundo plato canelones de atún con bechamel de naranja. A parte de todo esto, pusimos unos patés con mermelada, unas tostaditas con jamón y unos langostinos cocidos.

De postre hice flan normal y de chocolate, creo que nos lo pasamos genial y espero que este año que nace ahora siga siendo tan fantástico como lo ha sido éste.