Miro por la ventana y veo un día triste, quizá me haga falta empezar a ver la belleza de estos momentos y no mirarlos como algo desprovisto de riqueza. Quiero aprender a ver un poco más allá de lo que tenemos a primera vista. Me apetece aunar los cinco sentidos cuando observo un momento determinado, no sólo está lo que veo, sino a saber, lo que huelo, lo que escucho y el sabor que me produce ese instante.

Melancolía?, puede ser, de hecho seguramente me falte mucho camino para evitar que este tipo de días deje de afectarme e  incluso que condicionen mi estado de ánimo. Miro a la gente que camina por la calle y me pregunto como serán sus vidas, que tipo de complejidades les rodearán, ¿serán felices?

Recuerdo que cuando era pequeña tenía una fantasía; soñaba que con apenas un chasquido de los dedos el mundo se paraba, la gente se convertía en estatuas y yo podía satisfacer mi curiosidad a todos los niveles. Entraba en sus casas, leía sus libros, y miraba sus vidas como observadora exclusiva. El problema radicaba en que realmente no entraba en sus mentes, sino sólo en un exterior que dice muy poco de quienes somos.

He pasado media vida soñando con cosas que me gustaría que sucedieran, he querido tener poder muchas veces para ir más allá de lo que veo.  He esperado que sucedieran cosas que nunca pasaron, me he arrepentido de decir cosas que no mejoraban el silencio y me he lamentado mucho más de no decir lo que sentía en determinados momentos .En el  fondo sigo siendo la misma cobarde soñadora que se sienta a esperar que la vida le depare una felicidad absoluta a todos los niveles posibles.

Conocerse a  uno  mismo es uno de los trabajos más arduos que te puedes encomendar, véase el ejemplo de todas aquellas veces he criticado situaciones o alguna actuación que he acabado imitando. Por eso he terminado  por pensar que las cosas son porque son, es así de sencillo y aunque podamos elegir en muchas ocasiones,  simplemente no sabemos hacerlo de otra manera.